domingo, 30 de agosto de 2009

El ABC de los Exámenes Eliminatorios Universitarios

 
Bueno de nuevo publicando prensa AEE. Pareciera que desde que actualizamos la página y la dejamos mas presentable hasta nos están dando más ganas de sentarnos a escribir.
Esta nota es de uno de los temas más tabú de la Educación Pública Universitaria argentina, pero del cual no podemos dejar de posicionarnos política, económica y socialmente: Los Exámenes de Ingreso Eliminatorios.
El texto es largo, pero hacemos un abordaje pedagógico intelectual para intentar llegar a una síntesis objetiva bien fundamentada.



El inicio del ciclo universitario de los últimos años estuvo marcado por la reiteración, en los diferentes medios de comunicación, de referencias al fracaso masivo de los aspirantes a ingresar a las distintas Facultades de Universidades Nacionales.

Una década atrás, la falta de rápida adaptación a la salida de la Escuela Media y entrada a los estudios universitarios se atribuyó a los cambios drásticos que se dan entre ambos niveles, ya sea en el sistema de supervisión de los estudios, en el sistema de evaluación y promoción, en el dictado de asignaturas, en la forma de abordar la realidad, y en las responsabilidades de los estudiantes. Hoy la situación en ves de mejorar, empeora.
Hagamos un marco de análisis de TODA la problemática de los Ingresos Eliminatorios y sus contextos políticos, sociales y económicos para poder tener más herramientas reales que nos ayuden a definir una postura clara:

La Ley Superior de Educación Nº 24.521/95 actualmente vigente pero sancionada durante el gobierno MENEMISTA (….) y “recomendada” por el Banco Mundial, tienen como objetivo “optimizar” la Educación, ya que según el análisis del Banco Mundial, la Universidad masiva (para todos) contaba de baja “eficacia productiva” y recibía “muchos recursos” (¿?) para unos pocos egresados, a los que calificaba de “dudosa calidad”.

Bueno, veamos entonces como se dan estas “optimizaciones” que sugirieron e implementaron en nuestro sistema educativo:

Esta ley concibe a la Instrucción Superior, ya no en términos de un DERECHO sino como un SERVICIO EDUCATIVO ofrecido al mejor postor. La Ley de Educación Superior es el marco legislativo que permite el arancelamiento de las universidades para su autofinanciamiento, desligando al Estado de la responsabilidad económica y permitiendo que empresas privadas cumplan el rol de otorgar fondos para el funcionamiento de las Facultades Públicas.
La Ley de Educación Superior se inscribe en una serie de reformas que tienden a “diversificar la oferta” de la Educación post-secundaria: carreras cortas para estudiantes que necesitan insertarse rápidamente al mercado laboral, carreras largas para quienes todavía pueden costear los gastos de una carrera de grado, más el postgrado pago, obvio, eso ya lo tenemos NATURALIZADO TODOS. Pero esto no es suficiente, también nos esperan exámenes eliminatorios para quienes tengamos la osadía de elegir carreras largas sin tener los recursos económicos suficientes.

Lo que la ley define como “políticas de ingreso” se efectiviza mediante exámenes de ingreso que funcionan como filtro.
Teniendo en cuenta el desfasaje entre el nivel educativo del secundario y el que estos exámenes requieren, logran aprobarlos sólo aquellos que pueden pagar un instituto privado que los prepare.

Pero los exámenes tienen otra instancia de restricción: los cupos, no vigentes en nuestra facultad aún. Estos significan que no entran a la carrera todos aquellos que aprueben el examen, sino que se fija un cupo (en 1990 en la carrera de medicina de la Universidad de La Plata habían más de 3000 ingresantes, hoy ingresan solo 300), un límite de estudiantes que ingresan de acuerdo a la nota en el examen, la justificación de esto nos lleva de nuevo al principio: la falta de presupuesto.

Todos los análisis que venimos haciendo nos empujan a entender que la suma destinada a las Universidades alcanza para que estudien 300 y no 3000. Y esto no sólo se limita al presupuesto, sino que la “política de ingreso” es condición necesaria para el funcionamiento de las Universidades Privadas, los alumnos bochados y con la capacidad de pagar una cuota son recibidos por las Universidades Privadas y así se evitan todas las trabas de entrar en la estatal (¿Pareciera un plan bien armado no? ¿Cuántos compañeros nuestros conocemos que cursan hoy día en una privada, por no haber podido aprobar el Ingreso en nuestra Facultad?)

El dato que termina de cerrar el plan privatista es claro: el 89% de las Universidades Privadas del país reciben un presupuesto que es igual o cercano, por ejemplo, al 80% de los sueldos docentes que dictan clases en esas Universidades. 
Es decir que lo que es privado esta subvencionado por el Estado, (¿no es extremadamente irónico?), el mismo Estado que pone trabas al ingreso a la Universidad Pública.

La ley está armada de tal manera que la Universidad Pública tenga cada vez menos presupuesto y restrinja sus contenidos. Precariza las condiciones laborales de los docentes, reduce el presupuesto hasta la antipedagógica situación de cursar 500 personas en aulas para 150, modifica los planes de estudio para formar profesionales de acuerdo a las exigencias de las empresas y finalmente los hacedores de esto argumentan que la Universidad Pública no sirve, que es ineficiente y deja perdida, para terminar de privatizarla (Escuchamos seguido esto, ¿o no?).

En un país con más del 50% de pobreza, (esto quiere decir que más del 50% de la población no tiene para lo más básico: comer todos los días) la privatización de la Universidad, a la cual la Ley de Educación Superior contribuye en sobremanera, es un NO definitivo a la posibilidad de Educación Superior para la mayoría del pueblo argentino.
En resumen fijar la mirada en la Educación Pública argentina del 2009 supone dos movimientos: Primero deberemos tomar conciencia sobre las lamentables condiciones en que se educa y se estudia en todo el país, para luego posar la mirada atrás, buscando las causas político-económicas de esta situación.


En la cotidianeidad de los pasillos de nuestra Facultad son variadas y encontradas las opiniones sobre este tema, creemos que expresar opiniones, pero sobretodo posibles soluciones a éstas, puede optimizar la discusión sobre el Ingreso:

“Sin examen de ingreso las aulas estarán abarrotadas de alumnos, la calidad y excelencia educativa bajaría notablemente”.
                                                 VERSUS
“Permitiendo el acceso libre a todos, promovemos la igualdad de oportunidades.”

Analicemos: Parece ser que “examen de ingreso/calidad/excelencia” son términos inseparables, pero no es así, restringir el ingreso reduciendo el número de alumnos no mejora la calidad educativa, ni la excelencia; además afirmar esto es aprobar legítimamente que esta bien que en las universidades se enseñe a pocos estudiantes porque si entra todo aquel que quiera estudiar no se va a poder estudiar bien. Lo que se tendría que tratar de hacer, es apuntar a optimizar de verdad los espacios físicos para aprender, las maneras en las que se dan las cátedras y no quedarnos con que lo que tenemos es suficiente, sabemos que no lo es.
Si bien entendemos que nuestra Facultad no cuenta con las estructuras edilicias necesarias (según pedagogos de renombre, 25 ó 30 serian el máximo de estudiantes por curso para un optimo aprendizaje), la solución nos lleva al problema más escuchado: otra vez un mayor presupuesto universitario. Éste presupuesto del que tanto hablamos, se podría utilizar en este caso, para la inmediatez de trasladarnos a las nuevas instalaciones del Campus, o utilizar ambos edificios a los fines de aumentar las aulas disponibles.

“El examen de ingreso permite que solo ingresen, los que en realidad quieren estudiar y se esforzaron para rendir. Los holgazanes afuera.”
                                             VERSUS
"La Educación es un Derecho Humano y todos tenemos que tener acceso a él, es un pilar de nuestra Constitución Nacional"

Analicemos: En la mayoría de los casos el bajo nivel académico es producto de la situación socio económica del estudiante y producto de un primario y secundario devastados por la Ley Federal de Educación, esto hablando de los que quieren ingresar, ni hablar de los jóvenes perdidos en la pobreza, en las drogas, en la marginalidad social: viendo como una utopía que gente como ellos pueda estar en la "Universidad" ese lugar para "Iluminados", cuando la realidad es que TODOS tenemos que tener TODO garantizado por Derecho para estudiar. Llegamos al punto de NATURALIZAR tranquilos que la Universidad es para quien se la puede costear. 
Esto no quita el problema de la mala formación secundaria con la que concurren los ingresantes, pero antes que lavarnos las manos excluyéndolos y conociendo los fines de tal exclusión después de leer este largo texto, deberíamos impulsar políticas de inclusión como ser mayor tiempo de cursillo de nivelación. Dice “nivelación” que quede claro, o sea, pensar y brindar las herramientas adecuadas para que estos estudiantes acerquen su nivel al universitario.
Es momento como intelectuales que cumplamos nuestra principal función: buscar mejorar nuestro entorno desde todas las perspectivas, tanto para nosotros COMO PARA LOS DEMÁS. Tenemos que dejar de preocuparnos de proteger egoístamente lo poco que tenemos y procurar optimizarlo, y sobre todo abrirlo a más experiencias, a todos lo que quieran, porque la Educación es una necesidad de todos los hombres. 

No tenemos que quedarnos con conclusiones hechas por otros, investiguemos, formemos postura a las situaciones que vivimos directa o indirectamente y no nos quedemos en particularidades pero entendamos que el aumento de alumnos no significa mayor cantidad y menor calidad de graduados.
No podemos juzgar el nivel académico de una institución educativa por el nivel formativo con el que los alumnos ingresan, sino por el perfil de sus egresados, perfil que depende de nuestra participación en las decisiones de políticas universitarias superadoras. 
La escuela de excelencia es, por definición, transformadora.

0 comentarios:

 
.